jueves, 6 de diciembre de 2007

Cartas en blanco


Íria es una niña de 10 años que vive con su padre.
Tiene los ojos grandes y de color azul, la piel tostada y un pelo largo y rubio que siempre adorna con una diadema de flores.
Es una niña muy dulce, muy simpática y muy creativa; le gusta inventarse juegos nuevos para jugar con sus amigos.

Todas las semanas a las 11 de la mañana tocaban al timbre, Íria abría la puerta y el cartero le daba una carta, en blanco, como siempre. Todas las semanas sucedía lo mismo, a la misma hora recibía una carta en la que no ponía nada, una carta en blanco. Pero Íria no perdía la esperanza y todas las semanas abría la carta esperando ver algo escrito para poder leerlo y tener alguna pista sobre quién le mandaba todas esas cartas desde hacía tantos años; pero nunca llegaba ese momento. Todas las cartas que recibía, las abría y al no ver nada escrito, las volvia a meter en el sobre y las escondía en el cajón de su escritorio. Un día, al llegarle la carta, a las 11 de la mañana se le olvidó esconderla en el cajón y la dejó abierta en la mesa de su escritorio. Cuando llegó por la noche, después de jugar con sus amigos, vio que algo brillaba a lo lejos, se acercó lentamente sin encender las luces y descubrió que lo que brillaba con tanta fuerza era la carta que había dejado olvidada. Corrió hacia ella y vio que en la oscuridad si que se podía leer, asi que cogió todas las cartas que tenia guardadas y las fue leyendo una a una, dándose cuenta de que la persona que se las escribía era su madre que se las mandaba desde el cielo diciéndole que la quería mucho y que la echaba mucho de menos.

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