Víctor
Víctor era un niño de 11 años. Sus cabellos eran dorados como el sol, y su piel nívea contrastaba con unos grandes ojos que eran tan oscuros como la noche, y aún más bellos que esta.
Su semblante era el de un ángel, el de un ángel mortecino, ya que su expresión reflejaba toda la melancolía y tristeza que sentía su ser.
Quién no le conocía pensaba que era un niño frió y huraño, pero en realidad su tierno corazón sólo buscaba la sensación más hermosa jamás sentida, el amor, tan sólo tenia un problema:
La soledad le envolvía...
Víctor amaba la noche, y ésta a él, su oscuro manto envolvía al joven en un mundo de fantasía y belleza. Cuando comenzaba a anochecer y los últimos rayos de sol desaparecían para dar la bienvenida a la luna, sus padres se acostaban, y Víctor salía furtivamente de su casa, cruzando la ventana que lo separaba del alfeizar y allí se sentaba, para reunirse con sus compañeros nocturnos, unos búhos que revoloteaban a su alrededor de forma grácil y veloz para demostrarle al niño su felicidad.
Allí ya no sentía la soledad, allí sentía el amor...
Su semblante era el de un ángel, el de un ángel mortecino, ya que su expresión reflejaba toda la melancolía y tristeza que sentía su ser.
Quién no le conocía pensaba que era un niño frió y huraño, pero en realidad su tierno corazón sólo buscaba la sensación más hermosa jamás sentida, el amor, tan sólo tenia un problema:
La soledad le envolvía...
Víctor amaba la noche, y ésta a él, su oscuro manto envolvía al joven en un mundo de fantasía y belleza. Cuando comenzaba a anochecer y los últimos rayos de sol desaparecían para dar la bienvenida a la luna, sus padres se acostaban, y Víctor salía furtivamente de su casa, cruzando la ventana que lo separaba del alfeizar y allí se sentaba, para reunirse con sus compañeros nocturnos, unos búhos que revoloteaban a su alrededor de forma grácil y veloz para demostrarle al niño su felicidad.
Allí ya no sentía la soledad, allí sentía el amor...
1 comentario:
Genial.
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