lunes, 7 de enero de 2008

La niña nubarrón




Tina era una niña normal, como cualquier otra, le gustaba jugar con sus muñecos, subirse a los árboles y pensar que estaba en un castillo, imaginar duendes, príncipes y lugares encantados por los que ella paseaba todos los días.
Su perro Güisqui siempre la acompañaba, era para Tina como Sancho para Don Quijote. Además de un perro podía ser un caballo, el dragón guardián de su castillo o una dama de compañía.
Cuando llegaba a casa Tina siempre tenía los pies llenos de barro, se quitaba los zapatos en la entrada y se iba a jugar estornudando a algún sitio calentito.
Tina siempre estaba resfriada, se pasaba largas temporadas en la cama con el termómetro y sopitas calientes, cuando se recuperaba, salía siempre a la calle con botas y chubasquero.
Tina no iba a la piscina en verano, decía que hacia frió, no podía comer helados y pocas veces dejaba su paraguas en casa. Le gustaba jugar en el campo, ir a pasear pero le resultaba incómodo ver a la gente en manga corta y ella con sus catiuscas y su chubasquero.
Un día Tina dejó de salir de casa, decía que quería que parara de llover, que quería hacer castillos de arena y no de barro, que en la playa debería de tener calor y llevar su bañador en vez de quedarse debajo de la sombrilla con el chubasquero, quería que a su alrededor no oliera a tierra mojada y que el gato Melón se acercara a pedir mimitos alguna vez.
Bueno, alomejor Tina no era una niña tan normal, viva con una nube negra, oscura, y espesa encima de su cabeza, allá donde iba le seguía y oscurecía todos sus juegos, su imaginación, le impedía saltar sin más por miedo a pisar un charco, se resbalaba al trepar por los árboles, algún niño no quería jugar con ella al pilla-pilla porque al tocarla estaba mojada… Era la niña nubarrón, encima de ella siempre tronaba, chispeaba, llovía incluso granizaba.
Pero un día de invierno Tina salió al colegio, triste, con su nube, hacia mucho frío y empezó a llover encima de Tina, ella lloró, pero de repente vio caer un polvo blanco, muy fino, y se asustó porque no sabía lo que era. Llegó al cole y los niños se le acercaron asombrados, en Huesca no nevaba, ¡¡pero en Tina si!! Hicieron muñecos de nieve, jugaron a guerras de bolas y ahí si, ese día Tina fue la niña mas especial y feliz del mundo. Pero pasó el invierno, en tina no nevaba, solo llovía, y llovía, la primavera era mas verde gracias a ella, pero eso no la hacia feliz.
Paseando entre charcos hacia su castillo Tina vió una infinidad de colores a su alrededor, giró y giró sobre sí misma para buscar de donde venían y qué eran, parecía que salían de la nube. Corrió hacia su casa buscando una explicación a tanto color y alegría, Tina tenia un arco iris!! El más bonito, ya que empezaba y acababa en ella, era el adorno más bonito que alguien podía tener y era solo suyo.
Tina pensó que ella y su nube eran como todos los niños, que tienen días tristes, días normales y días maravillosos.

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